Hoy te he visto, mientras observabas tu
buzón, no me engañas, tu cara era el mismo reflejo de la ilusión. He visto como
ojeabas la carta, imaginándote quien te escribía, escrudiñando la letra, el
texto, el estilo y así adivinar al remitidor, ¿Quién? con tan poca inversión,
trabajo y dedicación a deshecho la monotonía rutinaria del maltrecho buzón.
Pues bien has acertado fui yo, me colé de
noche a hurtadillas en tu portal, la señora del tercero casi me pilla
infraganti y tuve que improvisar, le conté una historia que al parecer le
convenció, entonces cuando la luz del portal se desvaneció salí del rincón
donde la penumbra me cobijaba, me armé de valor, saque la carta de mi macuto y
la introduje sin la menor vacilación en
el orificio, donde se leía, no sin cierta dificulta: “Ático interior” Ático
Interior, que ironía ¿cómo puede ser?... me pregunté, se supone que los áticos
es todo menos interior, en fin, que le vamos hacer, las señas son claras, ¡bien
sabe Dios! ¡Qué mío no será el error!
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